martes, 21 de agosto de 2007

Poema de Arturo Serrano (tan oportunamente leído la noche del varieté)


El diablo sopla el viento en Quequén
Y no puede apagar el faro
Se vuelan/ hasta los huesos de la muerte
Las lágrimas de los diarios intimos/ se secan
Estamos bajo el respiro
De las fauces de un toro gigante

Este viento tan fuerte no puede ser otra cosa que dios
Soplándote lejos de mi
Llevándome a empujones despeinados a la nada
/en cada pedaleo puteo como en cada soledad
Soy un barrilete que se arrastra hasta enredarse en una silla solitaria

Si mi alma fuera de globo con tanto aire estaría tan inflada
Que reventaría la casa

Pero qué viento hijo de su madre

Ya se voló hasta la música
Y se voló con sueños esfuerzo furia
Y se volaron mis años y mis ganas

Y el papel ese que mandaste
Y que decía cuánto me querías
Seguro le llegó a un esquimal con el desvío
Y allá/ el polonorteño de alegría y calentura derritió toda su casa

Ráfaga de triste beethoven enojado
Soplón sin calma
Mirá si no será fuerte
Que entre los panaderos blancos y silvestres
Vuela también el panadero de la panadería de la esquina de la cuadra

Este viento
Demasiado fuerte para ser una caricia
Y muy suave como para ser una trompada
No sé si algo quiere decir
Tal vez se lleve mis días funestos
Entre bolsitas hojas y latas

Y cuando pare/ quién te dice
No me encuentres más sano y más peinado
Pero ahora no sé más
Se me volaron las palabras.


Arturo

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